José Luis Escamilla, vicario en la Diócesis de Torreón, dio a conocer que fue el jueves cuando dos de sus integrantes que se desplazaban por la autopistas a la Ciudad de México, fueron víctimas de la delincuencia.
Fue sobre la carretera Querétaro-México, cuando un grupo de hombres armados amagaron a conductores de varios vehículos, quienes se detuvieron tras ser golpeados por piedras, modus operandi con el que los padres fueron víctimas de la inseguridad.
A pesar de haber logrado escapar, uno de ellos fue despojados de sus pertenencias, mientras que el otro resultó con un roce de bala.
La comunidad eclesiástica solicitó a las autoridades incrementar la seguridad sobre la autopista, pues tras solicitar el llamado de auxilio a través del sistema de emergencias 911, no fueron asistidos.
Uno de los afectados narró a través de Facebook lo que sucedió el pasado jueves tres de agosto, cuando se dirigía de Zacatecas a la residencia sacerdotal donde vivirá los próximos años de estudio en
Ciudad de México, trayecto en el que se encontró con otro padre que venía de un punto distinto, cada uno en su coche.
El viaje transcurría tranquilo, hasta que en la autopista Querétaro-México, cerca de las 20:30 horas, uno de los vehículos golpeó una piedra grande, por lo que el conductor tuvo que orillarse a revisar, pues parecía haberse quedado atorada en el chasis, mientras que otros dos vehículos se encontraban detenidos cerca, también afectados por la roca, por lo que el otro sacerdote se orilló y bajó para asistir conductor.
El padre agrega que dejó el carro encendido estacionado lo más pegado al acotamiento posible y caminó hacia atrás, donde estaba el auto del otro párroco, pero en cuestión de segundos un hombre salió de la maleza del otro lado del muro de contención, el cual les ordenó tirarse al suelo mientras sacaba un arma de fuego.
“Detrás de él otro sujeto con un arma también, disparó dos veces al aire, al escuchar los tiros, mis piernas se desbloquearon, corrí como pude, sin pensar, alcancé a subir a mi vehículo, P. Juan estaba en el suelo, ya amagado por el otro delincuente, sólo escuché otro disparo, antes de poder acelerar”, narra en la publicación en Facebook.
Recuerda que el primer hombre intentó entrar en su auto pero estaba cerrado, por lo que con el arma rompió el cristal del copiloto, sin embargo logró avanzar, pero delincuentes ocultos más adelante le arrojaron dos rocas grandes que golpearon su parabrisas, ya que querían detenerlo a como diera lugar pero no lo lograron.
Tenía vidrios incrustados en los brazos y sangrado en el costado derecho producto de fragmentos de bala que rosaron su piel, pero se detuvo unos metros más adelante, donde estaban los otros vehículos dañados.
“Al tiempo, mientras estaba viendo por el retrovisor, quería ver, pero estaba tan aturdido… se acercó uno de los pasajeros de los otros dos coches, le grité: ¡es un asalto! ¡suban a sus coches!, por el retrovisor veía al P. Juan, bueno, veía su coche, el del 911 seguía preguntándome cosas que no sabía responder”, explica en su publicación.
El otro sacerdote avanzó y se puso frente él preguntándole si estaba bien, momento en el que volvieron a sonar disparos, ya que cuatro hombres armados salieron 50 metros atrás para robar a las dos familias que se encontraban estacionadas, por lo que tuvieron que huir, hasta una gasolinera a 10 minutos.
Llamó al 911 pero le pedían demasiados datos, entre ellos ubicación, tramo de la carretera y casi las coordenadas, pero lo comunicaron a otro sitio donde la llamada concluyó con un número de reporte y la promesa de que alguien acudiría, pero al final nadie fue en su auxilio.
“Nadie llegó, pasó una patrulla, la Guardia Nacional, pensé que eran ‘los enviados’, pero no, ellos no sabían nada, NI REPORTE NI NADA, NADA… pedimos ayuda. Con qué naturalidad respondían aquellos agentes: ah sí, dijo uno, ahí están asaltando, ¿qué quieren que hagamos?, ¿en qué les ayudamos?”, reconoce.
Al poco tiempo las dos familias llegaron el sitio en sus autos visiblemente afectados y poco después siguieron su camino.
Pero la llave de uno de los coches posiblemente se había quedado en el lugar, por lo que tenían que volver, pero ahora con la compañía de los agentes, por lo que uno de los sacerdotes se quedó en la gasolinera con los dos autos, uno sin cristales y el otro encendido sin llave, por lo que apagarlo no era opción.
“No avanzaron mucho (contó el P. Juan), la patrulla se calentó, el motor estaba fallando, no hubo llave, no llegó la ayuda, no hubo responsables, sólo preguntas absurdas, sólo sonidos en el teléfono, sólo eso, TENEMOS LA PROMESA Y EL REPORTE, NADA MÁS”, notifica en su publicación
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