La nomofobia es un fenómeno que ha ganado visibilidad en los últimos años, especialmente a raíz del aumento del trabajo remoto y la digitalización de las interacciones sociales.
Este término, derivado del inglés no-mobile-phone phobia, se refiere a la ansiedad que experimentan las personas al no poder utilizar su teléfono celular, ya sea por falta de batería, conexión o por haberlo olvidado.
El uso del teléfono móvil se ha vuelto indispensable para diversas actividades, como trabajar, comunicarse o entretenerse, sin embargo, esta dependencia puede derivar en afectaciones al bienestar emocional.
En casos graves, la necesidad constante de estar conectado y revisar notificaciones influye en la salud mental, alterando el estado de ánimo y la calidad de las relaciones interpersonales.
Los sectores más propensos a desarrollar esta conducta son los adolescentes y jóvenes adultos, así como las personas con patrones de sueño irregulares o comportamientos obsesivos.
Algunos estudios han señalado que los millennials presentan una fuerte preferencia por la comunicación digital sobre la interacción cara a cara, lo que aumenta su exposición a esta forma de dependencia.
Entre las principales consecuencias de la nomofobia se encuentran los trastornos del sueño, derivados del uso del celular antes de dormir, así como dolores musculares por el uso prolongado del dispositivo.
Además, se ha documentado un deterioro en la vida social, debido a la atención constante que se le presta al teléfono durante encuentros personales, reuniones o actividades familiares.
Para disminuir los efectos de la nomofobia, especialistas en salud mental recomiendan establecer horarios sin pantallas, reducir notificaciones, evitar el uso del celular en espacios destinados al descanso y fomentar actividades fuera del entorno digital.
En casos más severos, se sugiere acudir a terapia cognitivo-conductual para abordar los hábitos que refuerzan esta dependencia.
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